Tiempos de esperanza y sentido común

Posicionamientos 01/03/2021

 

«No olvidemos que las vacunas evitan la enfermedad grave, pero mientras no se alcanza la inmunidad poblacional no eliminan las cadenas de transmisión viral»

José Luis Jiménez Martínez 

El olor de la primavera que llega parece anunciar un tiempo de esperanza después de unos meses terribles y oscuros. Por primera vez en mucho tiempo hay razones fundadas para creer que la pesadilla puede ir difuminándose poco a poco en el cajón de los malos recuerdos. La esperanza hoy se llama vacuna para el covid-19. Vacuna para todos, ¡cuanto antes mejor! Para todos significa para todos los países de la tierra, ricos y pobres. Por solidaridad, por justicia y por necesidad. Una pandemia, la primera de la historia en un mundo hiperconectado, solo se resuelve de forma universal. No hay fronteras para los virus. Se echa en falta, por tanto, una estrategia global. Y se ponen de relieve los limites de organizaciones como la OMS y la ONU.

En todo caso, cada día llegan buenas noticias que confirman la efectividad de las vacunas covid-19, con resultados en vida real similares a los presentados en los ensayos clínicos. La drástica disminución de infecciones graves y nuevos contagios en Israel, donde la vacunación se acerca a la inmunidad de rebaño, y de la mortalidad en las residencias geriátricas de toda España, son la confirmación de que el camino es este y no otro, aunque sigan escuchándose voces empeñadas en discutir lo indiscutible.

Pero mientras se recorre el aún largo camino que nos queda es conveniente recordar lo que hemos aprendido de este virus, destacando cuatro evidencias: sus olas ascienden a toda velocidad, partiendo incluso de incidencias bajas, multiplicando muy rápidamente los contagios, los enfermos graves y las muertes; las olas siguen a los períodos supercontagiadores del año -la Navidad y los puentes de Diciembre son los mejores ejemplos-; el mayor riesgo de transmisión se produce en las reuniones familiares y sociales en espacios cerrados en los que comiendo, bebiendo y hablando, la protección de la mascarilla y el aire libre desaparecen; y por último, las mutaciones ya se están produciendo y pueden generar mayor contagiosidad, gravedad y resistencia a las vacunas. Sería por tanto imperdonable, ahora que vemos la luz, no sacar consecuencias de este conocimiento para la gestión compartida de la desescalada, que es cosa de todos, no solo -que también- de las autoridades sanitarias. Si no lo hacemos, la cuarta ola después de San José y Semana Santa está cantada. Es probable que sea menos mortífera, con muchos de nuestros mayores protegidos ya por la vacuna, pero los menos viejos también enferman gravemente con significativa frecuencia.

En mi opinión, después de la razonable relajación de restricciones de este fin de semana, es conveniente -sean cuales sean las cifras de incidencia en ese momento- volver a implantarlas en su máxima expresión en los días correspondientes al puente de San José y Semana Santa. Y mantener durante al menos uno o dos meses más la prohibición de reuniones, comidas y cenas de personas no convivientes. No conviene darle más oportunidades de mutar a un virus que sabe hacerlo y cuyas variantes comienzan a ser mayoritarias y más contagiosas que la original. No olvidemos que las vacunas evitan la enfermedad grave, pero mientras no se alcanza la inmunidad poblacional no eliminan las cadenas de transmisión viral. No es necesario generar dinámicas de obligatoriedad en la vacunación. Sí lo es buscar fórmulas legales y policiales que eviten la impunidad de los incumplidores que ponen en peligro la salud pública. Impunidad que hasta el momento ha sido lo habitual en España, a diferencia de otros estados como Australia, contundentes en las sanciones y exitosos en la gestión de la pandemia. Es imprescindible, sin embargo, tomarse esta vez muy en serio el rastreo extensivo de los nuevos casos cuando la incidencia sea baja. Y normativizar la protección del contagio por aerosoles (más importante aún con las nuevas variantes) en los espacios públicos cerrados. Transitar, en suma, por este tiempo de esperanza con la alegría unida al sentido común. Este debería ser el mensaje al que nos invita la primavera que ya tiñe de colores los árboles florecidos de Ourense.

José Luis Jiménez. Presidencia del Colegio Oficial de Médicos de Ourense

 

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